lunes, 6 de octubre de 2008

Deseo eterno y recuerdos de niñez

Ayer añoraba con ser princesa... hoy también. Y desde pequeña. El primer poema que me aprendí fue uno de Rubén Darío, definitivamente uno de mis favoritos. Se llama "A Margarita Debayle" y en él hablan de princesas; princesitas tan bonitas, Margarita, tan bonitas como tú. Se sorprenderán lo largo que es, pero me lo aprendí en 2 días y sólo tenía 7 años. Debe haber sido por mis locos deseos de vivir en aquella historia... y aquí va.



A Margarita Debayle (Rubén Darío)

Margarita, está linda la mar,
y el viento
lleva esencia sutil de azahar;
yo siento
en el alma una alondra cantar:
tu acento.
Margarita, te voy a contar
un cuento.

Éste era un rey que tenía
un palacio de diamantes,
una tienda hecha del día
y un rebaño de elefantes,

un kiosko de malaquita,
un gran manto de tisú,
y una gentil princesita,
tan bonita,
Margarita,
tan bonita como tú.

Una tarde la princesa
vio una estrella aparecer;
la princesa era traviesa
y la quiso ir a coger.

La quería para hacerla
decorar un prendedor,
con un verso y una perla,
y una pluma y una flor.

Las princesas primorosas
se parecen mucho a ti:
cortan lirios, cortan rosas,
cortan astros. Son así.

Pues se fue la niña bella,
bajo el cielo y sobre el mar,
a cortar la blanca estrella
que la hacía suspirar.

Y siguió camino arriba,
por la luna y más allá;
mas lo malo es que ella iba
sin permiso del papá.

Cuando estuvo ya de vuelta
de los parques del Señor,
se miraba toda envuelta
en un dulce resplandor.

Y el rey dijo: «¿Qué te has hecho?
Te he buscado y no te hallé;
y ¿qué tienes en el pecho,
que encendido se te ve?»

La princesa no mentía.
Y así, dijo la verdad:
«Fui a cortar la estrella mía
a la azul inmensidad».

Y el rey clama: «¿No te he dicho
que el azul no hay que tocar?
¡Qué locura! ¡Qué capricho!
El Señor se va a enojar».

Y dice ella: «No hubo intento;
yo me fui no sé por qué;
por las olas y en el viento
fui a la estrella y la corté».

Y el papá dice enojado:
«Un castigo has de tener:
vuelve al cielo, y lo robado
vas ahora a devolver».

La princesa se entristece
por su dulce flor de luz,
cuando entonces aparece
sonriendo el Buen Jesús.

Y así dice: «En mis campiñas
esa rosa le ofrecí:
son mis flores de las niñas
que al soñar piensan en mí».

Viste el rey ropas brillantes,
y luego hace desfilar
cuatrocientos elefantes
a la orilla de la mar.

La princesita está bella,
pues ya tiene el prendedor
en que lucen, con la estrella,
verso, perla, pluma y flor.

Margarita, está linda la mar,
y el viento
lleva esencia sutil de azahar:
tu aliento.

Ya que lejos de mí vas a estar,
guarda, niña, un gentil pensamiento
al que un día te quiso contar
un cuento.

domingo, 5 de octubre de 2008

Egoísmo, ambición, decepción y algo más...

Es difícil explicar la lluvia de pensamientos y sentimientos que me invaden en un momento como éste. Siento que voy a explotar de rabia, mis ojos se ahogan en lágrimas, me siento tan insignificante, cambiable por cualquier cosa. Creo que el sueño de toda mi vida fue ser la princesa de alguien, que alguien se desviviera por mí y que yo lo hiciera por él. Ser por sobre todo lo más importante en la vida de esa persona.


Siempre quise ser una princesa pero me debo conformar con ser prácticamente una esclava. ¿Esclava de qué? De esa persona, porque a veces siento que doy demasiado y no recibo lo mismo. Soy de las personas que en general dan sin esperar recibir nada a cambio pues, me crean o no, yo me siento bien regalando alegría a otra persona. O quizá alivio, apoyo, no sé. Pero todo tiene un límite, y cuando las cosas se llevan al límite, pueden pasar cosas impensables.


Siempre he querido ser una princesa…


¿Qué hacer en momentos como éste? Soy tan egoísta y lo sé, soy orgullosa y también lo sé. Pero soy entregada en cuerpo y alma, dedicada hasta el más mínimo detalle. ¿Por qué las cosas no salen bien? ¿Por qué las cosas no me salen bien?


Siempre he querido ser una princesa pero soy egoísta. Las princesas no son egoístas. Me parezco más a una hermanastra malvada, que sólo piensa en sí misma y nunca va a tener un final feliz en su vida. Soy egoísta, pero no creo que eso sea malo… sólo exijo la quinta parte de lo que doy, nada más.


Nunca seré una princesa, eso ya lo sé, pero no puedo dejar de lado la ilusión de que algún día llegue un príncipe dadivoso, que me entregue cinco veces lo que yo le entregué. Pero eso será el día llegará cercano a mi muerte, pues las hermanastras malvadas no tienen derecho a ser feliz.


Y como soy egoísta, he aquí un poema de amor egoísta, obtenido de un libro egoísta, donde el protagonista idealizó a su enamorada hasta el punto de idolatrarla cual diosa griega, para luego darse cuenta que no era más que una niña cualquiera, y bien cualquiera, que no valía la pena. Pero él no podía dejar de lado su imagen etérea perfecta, porque esa fantasía era suya, y él era egoísta.




Quiero ser en tu vida (Martín Galaz)


Quiero ser en tu vida algo más que un instante,

algo más que una sombra y algo más que un afán.

Quiero ser en ti mismo, una huella imborrable

un recuerdo constante y una sola verdad.


Palpitar en tus rezos con temor de abandono.

Ser, en todo y por todo, complemento de ti.

Una sed infinita de caricias y besos;

pero no una costumbre de estar cerca de mí.


Quiero ser en tu vida una pena de ausencia

un dolor de distancia y una eterna ansiedad.

Algo más que una imagen, y algo más que un ensueño

que venciendo caminos, llega, pasa y se va.


Ser el llanto en tus ojos, y en tus labios la risa.

Ser el fin y el principio, la tiniebla y la luz,

y la tierra y el cielo; y la vida y la muerte.

Ser, igual que en mi vida, has venido a ser tú.